martes, 13 de abril de 2010
“UN DÍA EN EL GIMNASIO"
Suena el despertador, son las 8:00h y como cada mañana Claudia se viste para acudir al trabajo.
“Este pantalón no me abrocha”, “se me ve el ombligo”, “la chaqueta ha encogido…”. Estas frases le acompañan cada día, pero lejos de pensar en acercarse al centro comercial a la salida de su horario laboral como de costumbre, esta vez adopta una actitud diferente. En esta ocasión decide apuntarse al gimnasio.
Alejandro, misma hora y misma ciudad. Se levanta, se viste con lo primero que encuentra sin importarle si combina o no y se sienta delante del televisor para ver los resultados deportivos. Mientras que ve algunas repeticiones de las jugadas más significativas, se compara con ellos y piensa que el también podría tener éxito entre las mujeres si estuviese igual de musculado. Por ello toma una decisión, “me apuntaré al gimnasio”.
Al día siguiente a las 17horas, ambos se dirigen a sus respectivos destinos. Ella piensa en encontrar a alguna chica con la que compartir los ejercicios y así no desanimarse, él ya va imaginando a todas las tías que se va a ligar.
Claudia entra se viste con un pantalón de chándal y una camiseta básica a juego con sus calcetines y recogiendo su pelo en una coleta entra y se monta en la bicicleta con la cabeza agachada pensando en pasar desapercibida en todo momento.
Alejandro, con una indumentaria que deja entrever sus enclenques brazos (a los que considera fuertes) y sus peludas piernas (muestra de su virilidad) se adentra y se apoya en la primera máquina localizando a sus posibles presas.
Las primeras, las de las mayas y los pechos grandes, las segundas las más atrevidas y por último el resto…
Claudia en el rato que Alejandro se ha situado cual ave rapaz en un documental de Félix Rodríguez de La Fuente y ha elegido cual será su primera presa, ya lleva 45 minutos de bicicleta y piensa en cual será la siguiente máquina para poder perder esos michelines que tanto estorban.
A 15 minutos de alcanzar la hora, Alejandro se sienta en el poyete de una de las máquinas de musculatura y… ¡parece que lo va a conseguir! Con un peso de 50 kilos (no vayan a pensar que es gay o algo), levanta a duras penos el peso y tras ello se levanta mareado por el esfuerzo hecho mirando a su alrededor para ver las caras impresionadas de las “titis” que pasean por allí. Para su sorpresa nadie le ha visto… ¡Oh no horror! Tendrá que repetirlo…
Claudia muerta de risa, levanta pesas de dos kilos, avergonzada por la situación que acaba de presenciar. Ella sí lo ha visto, y lejos de pensar que es su príncipe azul, se lo imagina caracterizado como un patito feo lleno de complejos. Gracias a él, Claudia se siente menos ridícula. Es imposible llegar a su grado de estupidez.
Carolina González
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Mi primer comentario es para criticar este post porque me parece demasiado sexista y muy muy alejado de la temática que queréis mostrar sobre 'ese lado incomprensible' que decís tener las mujeres. ¿Cuántas veces vosotras os habéis empeñado en que se os vea guapas (hablo de maquillaje, ropa, físicamente, etc...) y no habéis conseguido el resultado que esperabais y lo habéis vuelto a intentar? La respuesta es obvia: muchas. Creo que ese "grado de estupidez" es común a tod@s.
ResponderEliminarPor lo demás, bonito blog!
José,,,