martes, 13 de abril de 2010

¡¡¡ Nos vamos de fiesta!!!

Según un estudio realizado en octubre de 2009, las mujeres rubias tardan más tiempo en arreglarse que las mujeres castañas y/o morenas. La investigación realizada por Rose-Marie Jar, y según publica el diario Telegraph, desvela que las mujeres con el pelo rubio tardan una media de 72 minutos mientras que las mujeres castañas inverten una media de 66 minutos, es decir, una media de 22 y 19 días al año respectivamente. Estos datos aumentan cuando se trata de arreglarse para salir por la noche. Según el estudio, las mujeres con el pelo rubio tardan una media de 118 minutos y las mujeres morenas una media de 111 minutos.

Seamos rubias, morenas o pelirrojas lo que sí es cierto es que tardamos infinitamente más que los hombres, de ahí que el viernes y/o el sábado por la noche nos cause más estres que un lunes a las ocho de la mañana en plena M-30. Y para muestra, un botón...

Viernes, 17.00 horas.

Ellas: Uno de los momentos decisivos en el que -tras largos minutos de conversación telefónica entre nosotras y unos cuantos “hay que avisar a … pero llámale tú y así hacemos cadena” o “mejor vamos a tal sitio que está cerca y no hay que pagar” y un “es que me ha dicho fulanita/o que no viene pero ahora le llamo y le intento convencer”- decidimos cuál va a ser el plan a seguir esa noche y la hora y el lugar donde quedar.

Ellos: Siesta

18.00 horas.

Ellas: Ya está, decidido: 22.30 en el centro, pero yo he quedado a y cuarto con una de mis amigas en la parada de metro de mi casa porque nos pilla de camino a las dos. Son las seis de la tarde, vale, ¡¡tengo tiempo de sobra!! (frase que se repetirá a lo largo de toda la tarde).
Ahora empiezan los cálculos (cálculos mal hechos, pero no te darás cuenta hasta el final): Entonces, me ducho ahora… entre que me lavo el pelo, se me seca, me lo plancho… son las siete y algo, elijo la ropa, los zapatos, el bolso… las siete y media, ceno algo rapidito… las ocho, me maquillo… las ocho y media… y aquí es cuando pensamos, ¡buah, si me va a sobrar tiempo y todo! (¡¡MENTIRA!!, pero en ese momento no somos conscientes…)

Ellos: Siesta

19.00 horas.

Ellas: Puesto que hemos decidido que tenemos tiempo de sobra empezamos a hacer cosas que o bien nunca haríamos un viernes a las siete de la tarde o que no teníamos previsto hacer pero se nos ha encendido la bombilla en ese momento y ¡total!, tengo tiempo, ¿no?, pues venga… eh… mmm… ¡Me voy a pintar las uñas! (aviso: esto es lo menos raro que se nos puede ocurrir)

Ellos: Cogen el teléfono y en dos minutos (de reloj) han decidido que quedan a las 22.30 en el centro.

19.30 horas.

Ellas: Una vez terminados nuestros asuntos imprevistos volvemos a mirar el reloj y pensamos: ¡Uy, las siete y media! Bueno, sin problema… Pero volviendo a cambiar nuestros cálculos decidimos que primero vamos a abrir el armario, ¡a ver que nos encontramos! (como si el armario se llenase solo y fuésemos a encontrar algo nuevo). Es en este momento cuando podemos tirarnos diez minutos de reloj con las puertas del armario abiertas de par en par mirando nuestra ropa esperando a que el armario nos dé la repuesta cual espejo de Blancanieves y nos diga: “Hola Raquel, ¿qué tal? El conjunto elegido para hoy viernes es…”. Empezamos a sacar ropa del mismo y a probarnos la selección, y aquí empezamos: “No, esto no porque me tengo que poner tales zapatos y me hacen daño”; “No, esto tampoco porque me lo puse el fin de semana pasado” o “¡Uy, no! A ver si este vestido se lo va a poner fulanita, que lo tiene igual, y vamos de uniforme” por lo que sigues sacando ropa y ropa del armario hasta llegar al punto en el que te das cuenta que tienes más ropa fuera que dentro, y pensamos: ¡Puffff, ahora ponte a recoger! Pero en realidad hacemos: Bueno, lo pongo en la silla y ya mañana lo recojo que sino, ¡no llego! (Tranquila, si no vas a llegar, pero eso todavía no lo sabemos). Acto seguido dices: Vale, mientras me ducho voy pensando de entre todo lo que he sacado qué es lo que me pongo…

Ellos: Partidita a la play y/o ver la tele.

20.30 horas.

Ellas: Momento ducha. Aquí nos podemos tirar la vida. Nos lavamos el pelo, con los 3.500 productos que tenemos, nos lo secamos, con los 3.500 productos que también tenemos, nos planchamos el pelo…

Ellos: Ducha + camisa + pantalón + zapatos = ¡Ala, arreglado!

21.30 horas.

Ellas: ¡¡¡¡¡Las 21.30!!!! (Aquí ya empieza el agobio) Sales del baño y medio corriendo entras en la habitación oyendo por el camino un “Pero ¿tú a que hora has quedado?” de tu madre a lo que contestas “A las 22.30” y ya en la habitación vuelves a oír un “¿y todavía estás así? ¡¡¡¡Tú llegas tarde seguro!!!, y piensas: Gracias mamá por tu sinceridad, pero en realidad te da igual porque estamos convencidas de que vamos bien de hora. Volvemos a probarnos los modelitos y nos decidimos por uno. En este punto, ante las prisas siempre nos pasa lo mismo, mejor no innovar, o nos quedamos con el modelito de la semana anterior o con el vestido que también tiene tu amiga pero a estas alturas nos da igual. Aquí puede que se acabe el problema de la ropa pero si por casualidades de la vida a tu madre le da por aparecer por la habitación puede que estemos perdidas. La frase lapidaria es: ¡Pero bueno! ¿Tú en que mes te piensas que estamos, en agosto? Con el frío que hace, ¿vas a salir así a la calle? ¡Luego diremos que si nos ponemos malas! Nota mental: ignorar comentarios.

Ellos: Cena

22.00 horas.

Ellas:
- Tía, que no llego, ¿qué haces me esperas o vas yendo tú para allá?
- Pero a ver, ¿qué te queda?
- Pues pintarme y coger el bolso
- ¡Uy, tranquila, si yo estoy igual!

Ellos: Ya están de camino.

22.30 horas

Ellas: Todo el mundo te está esperando, bueno todo el mundo menos tu amiga con la que habías quedado antes en el metro que también llegaba tarde. Pero nosotras salimos a la hora que hemos quedado…

Ellos: Están todos a la hora y el sitio indicados.


Este es nuestro destino. Por mucho que lo intentemos, tenemos que reconocerlo, llegamos tarde y no hay triquiñuela que valga para que lleguemos antes (tipo “vamos a decir que hemos quedado media hora antes para que llegue a la hora”) porque con tantas conversaciones que tenemos a lo largo de la tarde nos vamos a enterar de la hora verdadera. Ahora, todo este estrés pre-fiesta se nos pasa en un momento…


Raquel Agüero

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